martes, 13 de febrero de 2007

El técnico equivocó el camino y
erró en los dos últimos cambios

Si bien es cierto que al finalizar el partido hubo contrariedad por parte del director técnico, cabe consignar que quizás no era el mejor momento para formular declaraciones, y a pesar de la instancia de los micrófonos, lo mejor hubiera sido el silencio.
Los chicos, en el vestuario lo necesitaban mucho más que los comentaristas en el micrófono.
A ello hay que agregarle que Poschi no tuvo, en ese momento, la valentía de asumir la responsabilidad del caso y, por el contrario buscó a otros como para explicar la eliminación celeste.
No fue el árbitro del partido ni el director técnico de Salto, fue nuestro propio técnico el responsable de los errores cometidos.
Si bien es cierto que coincidimos con la exclusión de un lateral para el ingreso de Sergio Silveira en el segundo tiempo, no menos importante es decir que a los diez minutos del complemento ya era visible que los salteños estaban explotando ese sector vacío y encaminaban todos los ataques por ese lado.
Poschi no vio el desajuste disciplinario en la cancha que tuvo Diego Martín Piñeiro al punto que estuvo muy cerca de la expulsión mucho antes que ella se decretara por una mano intencional cuando el balón ingresaba al arco.
Pero lo que fue determinante para que los celestes perdieran toda su chance de aspirar a una victoria fue la exclusión de Rodrigo P. Viega, el mejor delantero que tenía el equipo celeste, el único que intentaba por todos los medios llegar al arco salteño, en realidad fue un alivio para la defensa y el golero rival.
Por si fuera poco, y ya con el partido y la final casi perdida, quita del campo de juego a quien había sido el mejor jugador hasta el momento, Gabriel Loureiro y coloca a un jugador que no tiene vocación ofensiva y que debió haber ingresado hace muchos partidos para demostrar de lo que es capaz, Cristian Domínguez.
Es por ello, y más que consideramos que, en esta oportunidad, lamentablemente el técnico celeste equivocó el camino y erró en los cambios que, en definitiva fueron determinantes para la eliminación celeste.

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